Entrevista a un concejal socialista

Ficha

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Signatura

CAÑAS_05_06

Serie

Entrevistas para Tomelloso en la frontera del miedo

1.3. Título

Entrevista a un concejal socialista

1.4. Clase de documento

Grabación sonora

1.6. Subtítulo y/o información complementaria

Realizada por Magdalena Aliaga González y Emilia García Bolós

1.7. Mención de responsabilidad

Ayuntamiento de Tomelloso

4.6. Fecha de publicación

1990-09-04

5.3. Extensión y designación específica del material

4 audios (mp3):
Parte 1 de 4: 49'14" (62,23 Mb) CAÑAS_CS_05_A
Parte 2 de 4: 49'59" (63,61 Mb) CAÑAS_CS_05_B
Parte 3 de 4: 50'06" (64,14 Mb) CAÑAS_CS_06_A
Parte 4 de 4: 46'49" (59,94 Mb) CAÑAS_CS_06_B

5.4. Otras características físicas

Casete Normal Position, estéreo

7.4.A. Notas que complementan la información de un área determinada

Los audios se grabaron en las 2 caras (de 50' cada una) de 2 casetes.
En la edición del audio se han cortado los tramos correspondientes al inicio y final de la pista, conservándose exclusivamente la grabación de la entrevista.
Se normaliza el volumen de los audios y se reduce el ruido.
Las casetes originales se conservan en el Archivo Municipal de Tomelloso.

7.4.M. Nota de contenido

Parte 1 de 4: CAÑAS_CS_05_A:

- Beneficencia en el año 1932. Había una Caja Social para resolver los problemas del paro en la época de la República. Los trabajos eran sobre todo para la reconstrucción de caminos, obra de lo que ahora es el carreterín de La Ossa y, por el año 32, la obra del Parque Viejo, que tuvo su inauguración en el 33-34. En esta época había un gran paro. La República se proclama en el año 31 y se produce una retención por parte de la patronal, por el capital, «creo que fue por eso». En este pueblo siempre ha habido un paro estacional de verano cuando se terminaba la siega como cuando se terminaba la vendimia hasta la poda. El personal era eventual, por eso había estos paros estacionales. Gente fija eran los capataces de las casas grandes o el gañán, que también era fijo, el resto era personal eventual. Las autoridades eran las que intentaban remedia este paro masivo. Al rededor del 34, hubo un paro muy enorme, una crisis que pudo ser por causas nacionales, y vi pedir a gente muy lucida, gente con sus blusas limpias; gentes pobres, pero no gente de pedir, que pedía por la necesidad.

- La Colectividad tenía su sede donde estaba tejidos La Unión (calle Don Víctor, esquina al pasadizo Toledo). Entonces vino la Ley de Términos, que establecía que los trabajadores podían ocupar las fincas que quedasen dentro de su término. Pero Tomelloso, como desgraciadamente tiene tan escaso término, pudo ocupar muy pocas fincas. Fueron ocupadas La Cana, La Casa de Álvarez y la Casa de Los Árboles y poco más de casas de importancia. Otras casas, como Pedro Malo y Marta, que quedan dentro del término municipal, fueron ocupadas por los campesinos.

Algunas personas han querido tergiversar la Colectividad, como que fue una cosa obligatoria, y no hubo nada de eso de que se creó por requisar capitales, en lo que se refiere a la clase media y autónoma. Surgió por necesidad, porque fue escaseando el personal, algunos por problemas de conseguir trabajadores, parece ser que el que no era obrero era de derechas. Muchos trabajadores, ante el temor de que los consideraran capitalistas, hicieron entrega de su capital y se pusieron al servicio de la «cooperativa». La Cooperativa aumentó bastante con una gran cantidad de pares de mulas y de personal, llegó a funcionar bien. Algunos pedazos pequeños se quedaron de liego por falta de mano de obra. Las mujeres acarrearon, sobre todo el último año de guerra, trabajaron mucho sacando de los jaraíces y acarreando con una mula. Todo porque salieron los hombres hasta 45 años y un pueblo eminentemente agrícola, donde los asalariados son un 70-80% dependientes de la agricultura, casi todo el trabajo fue desempeñado por la mujer, ya que solo quedaban en el pueblo mujeres y muchachos.

La Colectividad tenía ocupada la bodega de Santiago Eugercios, que tenía gran cantidad de bebidas, sobre todo mistela, también la bodega de Miguel Montañés y la de Luis Serrano. Cuando se terminó la Colectividad se devolvieron las tierras y bodegas a sus propietarios, teniendo algunos buena suerte y otros mala. Concretamente, uno de Tomelloso cuyas tierras fueron colectivizadas y estaban ubicadas en el término de Manzanares, con más cien fanegas, al terminar la Guerra se encontró con toda su tierra puesta de viña de tres años, «lo pusieron en su casa». Otros se encontraron sus bodegas bien cargadas de vino o de mistela como la Bodega del Suspiro. Otros, por desgracia, se encontraron sus fincas de liego (la tierra sin haber realizado labor alguna) porque eran pedazos pequeños. En algunas casas quedaron carros y mulas, porque no eran de nadie.

- Durante la Guerra vino una comisión de gentes, la Requisición Militar, que se llevaron animales como la mulas. Había una sección de muleros que transportaba aperos de guerra.

- Venta de vino: En esta época, el vino se trasportaba en camioncetes, de los pocos que había, y en el tren. Se hacía alguna exportación, aunque la mayor parte lo quemaban para alcohol, para la necesidad de los hospitales durante la guerra. El primero se defendió la gente como pudo, al año siguiente ya empezaron algunos a sacar vino a Madrid y fue incrementándose hasta el final de la guerra. Algunos de los promotores fue Santiago Castro el Bonero y un tal Camulleras. Lo llevaban en carros hasta Madrid, preparándose la gente un par de toneles o tercerolas para las bolsas, un tonel en cada bolsa, un carro mayor con dos cubas y, cuando era uno, generalmente le ponían una cuba de cuarenta arrobas y «a Madrid que te crio»; y otro también con colambre, con pellejos, para entendernos. De tres partes, dos del vino lo sacaron de aquí, los carros con hombres viejos de cincuenta años que no habían ido a Madrid, y muchas mujeres y muchachos. Lo llevaban a Madrid, a Tarancón y avanzaban hasta donde podían. Aunque estaba la fábrica de Domecq, donde sus aparatos quemaban vino y hacían mucho alcohol. El vino en boca, el vino en condiciones, lo sacaban a Madrid.

Uno de los esfuerzos fue esa perspectiva, esa cosa que es lo que tiene este pueblo, es que cuando se inicia una cosa es como un reguero de hormigas que van acudiendo las gentes. A la par que se sacaba el vino, se llevaba mostillo. La principal fábrica de mostillo que había era la del padre de Juan Torres. Felipe Torres tenía una industria en la calle la Cruz Verde, ahora calle Doña Crisanta, que también lo llevaban en los carros a Madrid, al ser un producto dulce y alimenticio y agradable de comer.

- Aquí no hubo ataque aéreo y no se bombardeó al estar aquí las bodegas de Domecq, la industria alcoholera más importante, se dice que por haber pacto con el gobierno de aquella época.

En Alcázar sí hubo bombardeos, uno en la fecha de septiembre, no se citar año, sobre todo por el tema de la gasolina. Estábamos fregando tinajas en calle Hernán Cortés, en la casa de mi tía y «¿qué pasa? ¿qué pasa?» y ya dijeron que era el bombardeo de Alcázar de San Juan, que fue el primero, y luego hubo por lo menos otros tres bombardeos. En Campo de Criptana hubo también otro bombardeo, pero las bengalas que lanzaron los bombarderos par ver la proyección se equivocaron y bombardearon un olivar, quince o veinte fanegas de olivos, sacando las bombas más de la mitad. Estos pueblos fueron muy represaliados porque al estallar la Guerra se metieron bastante, por lo que había odios acumulados.

- Había dos campos de aviación. Gente de Tomelloso como aviadores solo había un Martínez y otro de mote Pozohondo, que no sé si procede de aquí, pero estaba emparentado con la familia de la confitería de la Lidia, ambos llevaban un bombardero de la aviación.

El primer campo de aviación lo establecieron en Argamasilla de Alba y duró unos meses y luego lo trasladaron a la Escuela de Capataces, en Tomelloso. Hicieron una expropiaron forzosa, quitaron las lindes e hicieron unos refugios y una excavación por debajo de la tosca con una parte cubierta con palos para mayor reforzamiento, por si caía una bomba y perforaba un metro o dos metros. Vinieron unos aviones bimotor ligeros en el año 37. Los rusos se fueron antes de terminar la guerra, ya que por acuerdos internacionales, de unos y de otros, tuvieron que retirarse todas las fuerzas, las brigadas internacionales. No quedan vestigios, pero había una caseta, hicieron dos o tres, en la carretera, pero la tiraron cuando hicieron la Escuela de Capataces.

Los pilotos estaban en el pueblos viviendo y en las casetas estaban los guardas, centinelas. Los polvorines fueron en el Hotel Mirasol, donde está ahora la Vamsa, que descargaron bombas, metrallas, espoletas, bombas de mano, mucho material de guerra, en la cueva del Hotel Mirasol. Había otro polvorín en la calle Campomanes, por donde esta ahora la Cámara Agraria.

- Cuando comenzó la guerra, salía el Coche de las Calaveras. Era un coche negro pintado con unas calaveras blancas, también llamado «el coche del medio paseo». La guerra estalló el 18 de julio, pero este pueblo seguía haciendo una vida normal ya que, lo mismo en lo religioso que en lo político, este pueblo ha sido muy apartado, no ha sido nunca muy apasionado. Pero al estallar la guerra, a los siete días, el 26 o el 27 de julio, vino al pueblo una comisión, decían un comité, de Madrid o Alcázar de San Juan, y utilizaron el altavoz que tenía Angel Soubriet, abuelo de Jaime Soubriet (el periodista), que tenía una especie de emisora. Desde ella se hacía propaganda, se anunciaba, por ejemplo: Almacenes el Siglo y otros vendedores que hacían publicidad de sus artículos. En un momento, pusieron de vuelta y media a las autoridades poniéndolas de fascistas, que qué hacían sabiendo que había un foco de movimiento en Villarrobledo, donde los señoritos se apropiaron del ayuntamiento. Estos últimos con la esperanza de que, como en el Alcázar de Toledo y en Santa María de la Cabeza (con aquellos guardia civiles), viniera alguna punta de tropas que fuese a liberarlos, pero, claro, no vendrían para salvar a un pueblacho, que me perdone Villarrobledo.

Como estaba ese foco, «¡pero bueno! ¿que tenéis aquí un foco de rebeldes aquí encima?» La gente se movió rápidamente y se colocaron en los puntos más estratégicos del pueblo y en las entradas de los caminos e hicieron unas casetas cubiertas con lonas de las uvas y allí había unos milicianos, donde todas las armas había que llevarlas al cuartel. Se formó una milicia voluntaria y se le puso de sueldo diez pesetas al día (en el campo se ganaban tres pesetas y media) y por tanto, mucha gente se apuntó. Luego, desgraciadamente, estos hombres, por éste hecho, sufrieron cárcel. Hostigaron al pueblo, sobre todo a las autoridades, nadie quería aparecer como rebelde a la causa de la República. «Nosotros somos y hacemos lo que haya que hacer» y conminaban a la gente para que le pegaran fuego a la Iglesia, evitándose gracias a la intervención de Ángel Soubriet, abuelo de Jaime. El hombre dijo que la Iglesia era un edificio que se podía utilizar para muchas cosas y la destrucción no llevaba a a ninguna parte. Lo más que hicieron fue pegar fuego a los santos, sacándolos de la Iglesia. Lo hicieron en un pilar frente a la puerta del ayuntamiento, casi en el centro, allí ardieron casi todos los santos. También quemaron la ermita de San Francisco, donde está la estatua, y otra ermita por la calle don Víctor, por enfrente del edificio de San Luis, allí también ardieron unos santejos que había.

- Aunque se cometieron algunos crímenes durante la guerra, veintidós o veintitrés, no ha habido nunca mala intención contra las personas. A don Eliseo no lo molestaron para nada y al otro cura de mote el Estopillero, que vivía en la calle Socuéllamos, tampoco lo molestaron, aunque tuvieran cierto temor. Había otro cura, un hermano de Díaz Montero, y tampoco hubo nada. Contra las monjas no hubo realmente nada. Se metieron en casas particulares para hacer vida como una persona civil. No se celebraban misas, el último entierro con curas que se hizo fue el de la hermana Aquilina Losa, la madre de mi suegra.

Se cargaron al cura párroco don Vicente Borrel el 16 de agosto de 1936. Había un tal Pichele, de mote, que le escribió una carta anónima a don Vicente para que depositara en el hito del cementerio veinte mil pesetas, firmaba como «La banda del terror». No llevó el dinero, sino un sobre con un recorte de periódico. Salió de la plaza el hombre solo, camino del cementerio, eran las doce de la noche. Ya estaba la Guardia Civil acechando en las ventanas del cercado de la derecha del cementerio, cercado de la Caraciola; llegó el cura, lo depositó aquello, se volvió y no había llegado a la carretera cuando el delincuente, que estaba en un sembrado que había junto a las paredes del cementerio, salió a coger el sobre. Fue en ese momento cuando la Guardia Civil le echó el alto y al no obedecer éste, ya que salió huyendo, le dispararon y se lo cargaron. Más que por ideas políticas, fue una represalia, no por los familiares de la víctima, ya que era una familia buena y decente. El chico tenía 25 o 26 años y lo mataron por una ignorancia de no obedecer las órdenes de alto de la Guardia Civil. Una persona muy allegada a UGT cogió al cura en un coche y lo quiso sacar para Socuéllamos con el fin de que no lo mataran, pero lo reconocieron y lo devolvieron, lo entregaron a las milicias y siempre ha habido unos que sí, otros que no, en fin, los informes...

La CNT tenía la sede en el Casino San Fernando y también tenia oficinas en la calle Campo, en la casa de José Antonio Torres. Ahí estaba también la CNT, y donde estaban las Juventudes Comunistas y Juventudes Socialistas era la casa de Nogales, donde ahora la Mutua, la Fraternidad, estas casas fueron requisadas. La casa del notario don Augusto Encina, donde está el Banco Central, en la calle Nueva, y la casa de don José Lozano (donde vive ahora Antonio Alférez), frente al Casino de Tomelloso, y una casa de más allá donde estaba Radio Comunista y Socorro Rojo Internacional y unas cuantas más casas que no puedo precisar dónde estaban ubicadas.

- Hubo restricciones eléctricas, las hubo casi en todo momento desde que se inició la guerra, más que nada como prevención para evitar bombardeos, que los pueblos no podían estar iluminados y, al salir en vendimia con los carros de madrugada, llenos de uvas, se apañaban con candiles y con faroles; y el alumbrado público escasísimo o ninguno, más que otra cosa por seguridad, al haber un pueblo alumbrado, se vería muy bien desde cualquier sitio.

- Al Casino de Tomelloso, que entonces se llamaba Círculo Liberal, situado en la calle Don Víctor, asistía una sociedad, sino acomodada, con cierto poder económico. Una vez estallado el movimiento, se pusieron unas cuantas personas en la puerta y fueron desalojando el Casino, a todo el personal que había dentro, y, conforme iban saliendo, a todo aquel que tenía corbata le iban diciendo «¡desátate la corbata!»; a raíz de entonces se convirtió en Casino Popular y dejó de ser privado, pasando a ser público el Circulo Liberal.

- La Hermandad Sindical de Labradores promovía concursos de hoyos. Siempre ha habido tiro a la barra o concurso de arada. Se hacían hoyos para plantar viña de 50-60 cm de largo por unos 30-35 cm de ancho y profundidad, no hasta la tosca, sino hasta el garbancillo: una vez quitada la tierra vegetal, 20-25 cm, cuando comienza a salir el subsuelo blanco. Había unos ahoyadores, que a ver cuál era el que más hoyos hacía en igual tiempo y con las medidas adecuadas. Había una cruceta que medía la profundidad, el largo y el ancho, el que se ajustaba a esas medidas, y hacía más en igual tiempo, era el que ganaba.

Había ahoyadores muy famosos, había dos, Marcelino Jareño el Candojo, hermano de Antonio, el famoso ciclista, y otro era Julián Castellanos, que era el camposantero (tío o abuelo del actual camposantero). Eran dos compañeros muy conocidos, eran como el dúo Manolete y Arduza. Aunque había muchos otros, éstos eran los que más destacaban

- En tema de juventudes se formó un tipo la OJE, que eran los pioneros que daban pasadas por las calles dando unos cánticos, alentando a la juventud, que decían «OHP no pasaran». Fue durante la Guerra.

- De los que reclutaron para la Guerra volvió la mayoría. En este pueblo murieron muchos, pero fueron más los muertos después de acabarse la guerra, por fusilamientos en Alcázar de San Juan, lugar adonde se los llevaban, y a otros puntos, pero mayormente a Alcázar.

- Hechos curiosos:
Durante la guerra el cementerio se llamaba Cementerio Civil y, al acabarse la guerra, Cementerio Municipal Católico. Cuando estaba aquí de párroco don Manuel Valdepeñas, después de la guerra, algunas personas que no tenían los pasos bien andados, no recibían los últimos sacramentos, como el caso del hermano Simón Sedas, hermano de Patrocino, al que mataron los rojos. Este hombre se metió bastante por el aquello de que mataron a su hermano. Este hombre, según la Iglesia, había cometido el delito de bigamia, porque convivía con otra señora que no era su mujer y a su mujer la tenia aislada en una habitación en la misma casa, dándola por loca. Cuando murió Simón, no quiso el padre Valdepeñas enterrarlo en el cementerio y lo enterraron en el cementerio de los ahorcados. Este cementerio se situaba en la última puerta que hay del cementerio; detrás había un «cercaíllo» y dentro un cementeriejo donde enterraban miembros amputados y «los que le habían quitado las veces a Dios» suicidándose; uno de ellos era un vecino mío, Víctor Cañas, que se ahorcó. En época reciente, llegaron a desenterrar doce muertos, que enterraron seguidamente en el otro cementerio.

Ocurrió otro caso en la calle Buenos Aires, donde vivía un matrimonio sin descendencia que crio a un chico que se trajeron de Ruidera (eran familia de mi tío). Criaron al chico, que no llegó a casarse. La mujer tenía una hermana, que estaba coja, y se quedó soltera, vivía en la misma casa. Se muere el matrimonio y dejó su parte de herencia, quince o veinte fanegas de viña, al hijo que habían criado, y la esposa dejó la casa a su hermana. Los solteros, el hijo y la hermana, siguieron conviviendo de una manera santa porque ya eran viejos y, cuando estaba a punto de morir la señora, Encarnación Martínez, le dijeron a la familia: «vais a tener tonterías para enterrarla, aquí han estado conviviendo dos personas solteras y ¡a saber lo que haya pasado!». Al hombre, llamado Sebastián, le dijeron que tenía que casarse con ella y, en las últimas agonías de la muerte, hicieron la ceremonia de anillos, etc., falleciendo la señora al poco tiempo. Fue enterrada como una «esposa digna». En el archivo parroquial aparecen varias personas que se casaban en el lecho de muerte.

- El archivo Parroquial lo quemaron, encontramos documentos solo a partir del año 40. Yo tenía 13 años y me acuerdo de lanzar todos los papeles del archivo por la campana de la torre. El del juzgado no lo quemaron. El archivo parroquial lo quemaron los fanáticos: «“¡todo lo que huela a cera a quemar!”», ropa y ornamentos que había.

Me crio una hermana de mi madre, porque soy huérfano, y recuerdo que teníamos en mi casa, casa de mi tía, una Virgen del Carmen en una taquilla en la pared, que se tapió hasta después de la Guerra, cuando se destapó.

- La inundación del 47. Fue extraordinario, en tres días se hizo el muro de contención. Serían unas fechas de marzo, llovió mucho aquel invierno. La corriente siempre ha venido casi todos los inviernos de las Lagunas. Íbamos a lavar serillas al Quemadero, a la carretera Alcázar, a la vereda por el cercado de la Leónidas, al final de la calle el Charco, que venía por la vereda, pero entonces era cosa tan abundante que el agua se metía en el pueblo. Era alcalde Abelardo Contento, que era el jefe local de Falange, fue buen alcalde, tendría sus cosas dentro de su ideología, era marmolista en la calle Independencia. Convocó al pueblo, conminó y les dijo: que el peligro es para todos, lo primero es que nuestra riqueza está en el subsuelo y lo segundo las vidas humanas; vamos a lanzarnos todos, los que tenemos carros y mulas que vayan a por piedra donde quiera que las encuentren y el que no tenga nada más que los brazos, que coja un azadón y una espuerta y a arrimar tierra. En tres días se hizo muro desde la carretera de La Alavesa, desde El Salto, hasta la carretera de Alcázar. Empezaron a subir las aguas pero no lo llegaron a rebasar; las aguas se fueron a desviar hacia la carretera de Alcázar, por Los Auriles, cerca de Pedro Malo. Si no se hace el muro, sí se hubiera metido el agua en el pueblo.

Parte 2 de 4: CAÑAS_CS_05_B:

- El peligro no era que se llenaran las casas de agua, sino las cuevas, mayormente. Algunas personas, las lumbreras las llegaron a tapar con cemento y, en las escaleras, en los patios de sus casas, les hicieron un cerquillo para evitar que se metiera el agua, por si acaso se metía por entre las portadas o por los portales, porque el agua pudo llegar a un metro de altura.

- El 27 de agosto de 1952, el huracán causó muchos daños en las viviendas protegidas. Se sacaron unas coplillas que empezaban en el primer cuarteto con: «El 27 de agosto del año cincuenta se movió una fuerte tormenta en el Cristo o alrededor, en la Casa de Virutas descargó t’o lo que pudo, dañando los sarmientos por encima de los nudos, luego llegó al cementerio y allí comienzo y no acabo, porque de cruces y cosas se pueden cargar cien carros; el cercado de Triguero, o sea, el de la Caraciola, que le decían a su mujer, lo tiró partas arriba por mediación de una ola; los pobres hortelanos todos lloraban a gritos, les quitó el pan del verano y del invierno un poquito» . La copla la sacó un familiar de los Castellanos, los camposanteros, que era muy aficionado al cuarteto de este tipo de poesía triguereña. Esta poesía triguereña se ha estilado aquí y era muy graciosa porque reflejaba exactamente desde que se arrancó la nube, hasta que llegó más para allá de Los Arenales.

Fue una nube de piedra. El huracán empezó desde Montañés, lo que son ahora Las Cruces, en la carretera de La Alavesa. Aquello parecía un terremoto. Tenía unas paredes bien hechas, con un buen cimiento de un metro y medio de altura y muy bien reforzado: cada diez tapiales, un macho de piedra. Y quedó todo totalmente despatarrado. La nube duró siete minutos y quedó el pueblo con las fachadas vistas y a poniente totalmente en la tierra; de persianas y cosas yo no sé lo que arrastró y también tronchó la chimenea de Vinumar, que entonces era Santa Rita, la de Amalia Cepeda y la de la calle Santa Rosa (está última también la tumbó). Ahí tenían fábrica los Camacho. Mi hermana vivía en esa calle y su corral daba a ésa fábrica. Una vendimiadora venía embarazada, dio a luz y tiró por el corral de mi hermana al chico y fue a aparecer a la fábrica y a los tres días encontraron al chico ya muerto; esto fue en el año 44-45. Tiró también la chimenea de Buendía en la calle de Alarcón y media chimenea de Luisa Torres, en la calle Socuéllamos.

En las Casas Baratas se cayeron la mitad. La restauración la pagó el ayuntamiento, porque casas hechas con tierra apisonada y gente pagada a destajo... Pocos yesos, tierra de cueva revuelta con yeso, aquí los yesos soló prácticamente se han utilizado para el enlucido.

- Mujeres terreras y lieras. Las cuevas las hacían las terreras. Eran mujeres las que sacaban la tierra. Siempre el picador ha tenido hermanas, mujer o hijas. Las que tiraban de la tierra eran siempre las terreras. Mi tío Mariano hizo un pozo esquina Santiago a Pelayo, recién casado, y su mujer, la Restituta, que nació en el rastrojo del Cristo el Valle, sacó toda la tierra y me daba una lástima, porque estaba embarazada, «¡venga, Restituta!», y ella sola sacó toda la tierra.

La cosa de las lías, que son las heces cuando se ha fermentado el vino, todo el aposo cuando el vino ha decantado, lo llevaban a las bodegas. Una de éstas bodegas lieras más importantes estaba frente a la Cooperativa. Otras bodegas lieras muy famosas estaban en la calle Santa Quiteria. La fábrica del Niño Bonito, de José Grueso, también hacia mucha lía, porque allí trabajaba una esposa de un tío mío que era liera, al igual que las hermanas de ésta. Lo prensaban y le sacaban el poquito jugo y lo destilaban para su parte de holandas o alcohol, la poca riqueza que tuviera, y en saquetes lo apretaban, lo estrujaban y luego sacaban un pedazo que parecía una piedra medio redondeada. Lo secaban. Tenía una gran riqueza de ácido cítricos y tartáricos que se utilizaba luego para enriquecer el vino. Las lías y las terreras eran cosa de mujeres.

- El caso del robo a la Cascarria. Hubo tres culpables de un robo en Tomelloso. Ocurrió en la calle de Hernán Cortés, frente a la travesía de Hernán Cortés, en la casa donde vive ahora la Braulia Lara (familia de Pedro Antonio Lara, que ahora trabaja en el ayuntamiento). Le decían la Cascarria. Era un matrimonio muy económico, entonces la gente era muy tacaña, no había las ventajas que ahora hay con las pensiones, como ahora, y la gente, aunque fuera vieja, era tacaña y ahorraba porque siempre estaba la sombra del hambre y la enfermedad, y eran muy ahorrativos y tenían ahorros. Dicen que tenían mucho oro y plata. El hombre era muy humilde y aparentaba más pobreza de la que aún existía por no despertar codicia en otras personas, pero la mujer era, en cierto modo, algo fanfarroncilla. Mi tía vivía enfrente, era muchacha, mi abuela siempre se crio allí y me acuerdo de decirlo que más de una vez la mujer tiraba puntadas, dándose importancia de riqueza. En una ocasión, pasó un carrete con una borriquilla, que venía un hombre de podar con unos cepujillos, y le dijo la mujer a varias vecinas, a la mujer del hermano Petronilo y a otra, que sé yo si el carrete resistiría los duros que tenemos (duros de plata); sería primeros de siglo. Un carnaval, vestidos de máscara, fue cuando les dieron el atraco y les robaron. Culparon a otras personas y se tiraron un par de años o tres en el penal de Ceuta. Luego los culpables declararon, se conocen que les estaba pesando en la conciencia el roba de la Cascarria.

- El problema de los arrendamientos de fincas rústicas. En el año 52 había problemas de arrendamiento de fincas rústicas en El Cirujano, lo que provocó un gran problema social. Precisamente mi tío tenía dos fanegas al pasar Cirujano, entre Cirujano y Sanchón. El tomellosero, todos hemos sido así, ha tenido un gran amor a la tierra. Entre el trabajador y la tierra, aquí, en este pueblo, ha habido unos lazos espirituales hacia la tierra que ha parecido nuestra de siempre. Aquella gente vio una hazas de tierra en Cirujano, pero el contrato era para una plantación de viña. Lo que se proponía aquí, los arrendatarios no tenían razón ninguna. Se cruzaron algunas cartas con el dueño de la tierra, heredero del propietario primitivo, señor que vivía en Valencia llamado Salvador Velasco, tenía un trozo muy grande. El contrato era así: se cede tierra en arrendamiento para una plantación de viña dure lo que dure, si dura treinta años como si dura cincuenta. Era un sitio con una tierra muy agria y ahí comenzó a hacer sus estragos la filoxera de Tomelloso por la parte de Los Cantos, como hemos dicho siempre, y las viñas comenzaron a morir, algunos comenzaron a reponer, otros lo sacaron y repusieron con americano. Todavía el americano no se había extendido, pero se iniciaba un poco, como lo hicimos nosotros.

Cuando solamente quedaron, de tres partes, una de la plantación vieja, se podía decir que no había existencia y, antes de desalojarlos, como gentileza o mejora, les concedieron una barbechera: ya ha muerto la viña y no hay nada que hacer. Eso movió una de juicios, de gastos y de abogados. Había mucha gente implicada porque era una finca muy grande, a lo mejor habría un par de miles de fanegas.

Una vez que salta Cirujano hay dos hileras de bombos: una a la derecha y otra a la izquierda. La primera, a la derecha y, a los trescientos metros, hay otra hilera de bombos como catedrales. Mi tío, para tener dos fanegas, hizo un bombo; el hermano Langosta hizo un bombo; el hermano Dionisio Carralero; el hermano Ignacio Berzosa; la hermana Evarista Valenciano; bombos a cascoporro para dos o tres fanegas de tierra. La gente, al hacer un bombo, le parecía que aquello iba a ser eterno. Razón no llevaban los arrendatarios, a pesar de que les asistía cierto derecho porque no eran tampoco unos terroristas, sino que eran unos hombres que estaban conduciendo, pero sí era para decirles: «iros de aquí a hacer leches al contado».

Muchos cedieron la propiedad porque se la vendieron; a mi tío le pidieron cinco mil pesetas fanega, pero entonces era una cantidad desorbitante y dejó la tierra perder porque no tenía ningún derecho.

- Las defensas del año 1946. Un tal José Sánchez era un señor al que le pagaba el ayuntamiento por preparar las defensas. Entonces se estableció una cosa como defensa pasiva durante la Segunda Guerra Mundial, del año 39 al 45, cuando se sacó la bomba atómica, y parece que había un poco revoltijo y algo de temores y había que preparar a la población para alguna emergencia. Fue más ficticia que real.

- Antes de la guerra hubo una manifestación en Tomelloso y el alcalde, Urbano Martínez, estuvo secuestrado en el ayuntamiento unas horas porque, si sale, hubiera habido un linchamiento por la subida del pan.

- Durante la Guerra hubo una manifestación. Los milicianos tenían comida abundante en la iglesia y a la población no le daban más que cosas insignificantes, comida de la peor que quedaba, y una mujer levantó a las mujeres y colgaron dos jamones del balcón del ayuntamiento para demostrar que había comida.

- El reparto de patatas: En la iglesia, desde el altar mayor hasta casi donde comienzan las murallas de las naves laterales, habían sesenta, setenta o cien mil mil kilos de patatas. Se formaron unas colas enormes. Dieron las patatas a cinco kilos por persona. Donde está el edificio de la calle Galileo, donde están ahora los Montañas, que había un herradero y almacén de don Valentín Malaño, y fue ahí donde se repartieron todas esas patatas. Este señor era el asentador de cosas de alimentos del pueblo, aparte de los Boludas y los Marquina que existían en el mercado. Si venía un vagón de patatas, porque camiones no había, porque si había alguno, estaba al servicio de la Guerra, era el tren lo que funcionaba, se trataba de juntar una cantidad, porque aunque estaba mucha gente en la guerra, estábamos allí cuatro o cinco mil personas. Estaban para comprar patatas, repartidas en dos colas recias que daban vuelta y media desde el bar Alhambra hasta toda la calle Galileo y otra por el Banco Central, por la otra esquina. Las cobraban caras, daban a cinco kilos y las cobraban a una peseta el kilo. Entonces parecía que eran caras porque se habían comprado a treinta y cinco céntimos dos kilos, dos patatas un kilo, a veinte céntimos, y dos kilos siete perrillas. Una peseta era bastante.

- El dinero del bando rojo, dinero de la República, luego no valió. Este dinero, reconocido por el Banco de Londres, fue acuñado en el año 25 (no es dinero que hizo el Banco de la República). Como ejemplo, un billete de diez pesetas, el que hizo el Gobierno de la República, estas dos pesetas y esta moneda de cincuenta céntimos que emitió el Ayuntamiento de Tomelloso, en virtud de acuerdo, en la sesión del 9 de julio de 1937, de emitir aquí estas monedas. La emisión del ayuntamiento fue a consecuencia de que los diez céntimos de cobre valían más de diez céntimos, las pesetas de plata no se veían ni por una apuesta y los duros, «¡que te voy a decir!» Esta moneda tenía fecha de caducidad, 31 de diciembre de 1937, no podían hacerlas para más de seis meses y se usaban solo en el pueblo. Era para apañarse la gente en asuntos del cambio porque toda la gente no podía usar billetes y billetes. Otro billete de la República (valía como cinco pesetas de plata), también reconocido por el Banco de Londres (nuestra moneda la hacía el Banco de Londres), pone en la parte de abajo del billete: «Inglaterra». El Banco de España solo hizo las pesetas doradas y esas dos pesetas y otra de peseta. No he podido conservar ninguna.

Ese dinero no valió al acabarse la guerra. Nosotros, de casa de mi tío, llevé al Banco Español veinte o veinticinco mil pesetas. Mi tío terminó de vender el vino en febrero y casi le obligaron a que fuese a cobrar, le dijeron que si no se iba a cobrar, se metería el dinero en el juzgado porque tenían una orden, ya que sabían que el dinero no iba a valer. Ya lo habían dicho por la radio, de las pocas que había, y las que había estaban ocultas porque la radio estaba prohibida en la guerra, porque iban perdiendo y ocultando se mantenía la moral del pueblo. Había algunas ocultas en las cuevas, pero había muy pocas. En Radio Nacional, uno que tenía radio lo escuchó y se lo dijo a mi tío Antolín ―éste señor era don Francisco Martínez el Ocho, el manco alcalde―, y le dijo a mi tío: «si acaso algún billete de cien o de veinticinco pesetas, porque de mil no vamos ni a hablar, ya que los pobres no hemos visto un billete de esos antes de la guerra, después sí los he visto, aunque era difícil verlos porque esa cantidad no lo ganaba un hombre en un año ―le dijo― si le cae a usted alguno, me lo enseña usted para que lo vea yo». Se conoce que le cayeron pocos, pero le valieron seiscientas pesetas de los cuartejos que tenía. A nosotros nos valieron doscientas de las veinticinco o veintiséis mil pesetas, pero fue aquella casualidad.

Al banco llevabas el dinero al acabarse la Guerra, cuando ya no valió el dinero, y te daba un resguardo que decía: «Certificado del dinero entregado por el enemigo». «¡Era p’a caga’te!». El dinero muy bien conservado de la localidad, de los pocos que quedan con la firma del alcalde Luis Jiménez, el último alcalde de la República, que fue un buen alcalde.

- Al alcalde Abelardo Contento le pegaron. Se celebró un festival taurino con traje campero. Entre algunos otros, vino Juan Belmonte. En esa época había bastante hambre. Terminado el festival, paseaba la gente por la calle de la Feria, entre ellos el alcalde con Juan Belmolte y tres o cuatro de los amigos asistentes al festival. Estaba por allí un hombre que era sargento de una especie de campo de concentración que había en lo que es ahora la cárcel de Herrera (entonces no era cárcel). Estaban los que cogían con estraperlo, con harina o aceite o cosas así, y les echaban cien días o, a un panadero, si lo pillaban cociendo con harina que no le habían autorizado, porque había racionamiento con cartillas que duró hasta el año 53 (hoja blanca que le decíamos). El citado sargento de Herrera estaba al cuidado de éstos reclusos, que no presos políticos, simplemente habían infringido la Ley de la Economía y eran unos enemigos del régimen porque había que cubrir los gastos de la Guerra de España con alimentos, porque Tesoro no teníamos.

Había aquí unos chicos que cantaban el cantar de La Pelona y a este señor le hizo gracia el cantar y les dio tres o cuatro patacos y con aquellas limosnas iban subsistiendo. La canción estaba un poco fea, porque daba a conocer cómo estaba la población de hambrienta y desarropada, y el alcalde le llamó la atención: «¡oiga, usted, señor! Usted no tiene por qué fomentar en la vía pública lo que pase aquí en el interior». El sargento le contestó: «¿y usted quién es?» El alcalde respondió: «mire usted, yo soy el alcalde». El otro le dijo: «¿usted el alcalde?, tú qué leche vas a ser alcalde, ¿dónde está el bastón?» El alcalde respondió: «el bastón está en la casa consistorial». El otro le ordenó: «¡pues ves a por el!» El alcalde contestó: «yo no tengo que ir a por él». El otro le dijo: «¿no?, ahora mismo te voy a enviar»; y le pegó dos tortas al alcalde. Si había por allí un par de policías, fueron a defender al alcalde y también los cató, pero por fin lo pudieron reducir y lo llevaron al ayuntamiento.

- Otra vez rompieron las butacas del Teatro Cervantes, antes de la guerra, porque anunció Antonio Ropero cuando lo regentaba, porque entonces era suyo, por una equivocación de película, la gente se levantó y estropearon casi todas las sillas.

Otra vez le pegaron una paliza a un árbitro de fútbol. Le pegaron un palizón que por poco si lo matan, fue antes de la guerra. Y antes de la Guerra también le pegaron una paliza a un chófer porque atropelló a un muchacho, que no llegó a hacerle nada, simplemente lo volteó. La gente le tenia mucho miedo a los coches y un odio enorme por lo que significaba: ir por una carretera y ver venir un coche, lo que se espantaban las mulas y los volcazos que aquello significaba. Una cosa de motor, haciendo un ruido y con aquella polvareda, tenías que tirarte por los caminos o coger la mula, echar la máquina, echar el freno, volver el carro o con el fin de que entrase de culo, esto desató un odio contra los coches. Un coche atropello a un chico por enfrente del bar Alhambra, que entonces había un establecimiento de repuestos de automóviles y de cubiertas que era de Antonio Fernández Amores (padre de Luis, el que es ahora director de la Cruz Roja). Le pegaron una paliza al chófer y volcaron el coche, que venía a recoger a Gregorio Marañón. Aquí ha habido siempre alguna que otras tonteriejas.

- Había tertulias. El Obrero, por ejemplo, en la tertulia El Toribio, un libro que él tiene escrito, había dos bandos. Se reunían y en uno en el que él participaba y que apoyaba el proyecto del tren y otra tertulia, que era la del río del Záncara, y entre las dos traían una que no se ponían de acuerdo. Aquí se dice que los mayores enemigos para el asentamiento del ferrocarril, de boca en boca de tradición, no escrito, eran los terratenientes o las personas que les tenía que cruzar las fincas la vía férrea. Lo primero porque les tercie y dividía las fincas y lo segundo porque los humos de los trenes podían perjudicar los sembrados y podían perjudicar el ganado. Esto siempre ha causado aquí descontento porque, más recientemente, cuando hicieron la red de canalización del pantano, había una gran oposición, la gente se echaba las manos a la cabeza. Había que hacer un canal de desagüe y: «me han estropeado la finca», «si aquí hemos pasado toda la vida sin riego», «qué locura es ésta». Aquí la tierra para el campesino siempre ha sido la segunda esposa.

- Apuntados a la División Azul, lo menos 70 u 80. Se hizo un chiste que decía: «el que se apunta a la División Azul le daban un socorro de veinte o treinta duros» (como a los quintos les daban diez pesetas). Decían: «En Tomelloso les dan un socorro, al pasar la frontera les dan otro socorro y cuando llegan al frente les liquidan». De los que se apuntaron no fueron todos, porque cuando los reconocieron hubo algunos que no, ya que había que tener muy buenas condiciones físicas para soportar esas temperaturas tan bajas. Salió al frente de ellos un médico que vino aquí a establecerse, llamado Gerardo Sainz, que tuvo una división. Uno de los que seleccionaron fue un tal Ramiro, que vivía en las viviendas protegidas en las Casas Baratas; otro, que apareció después en el Lanza cuando hicieron homenajes y que hicieron prisioneros en el cerco de Stalingrado (unos doscientos españoles que quedaron allí y, al frente de ellos, un capitán, Teodoro Partios); entre ellos estaba Laureano Lara, que vivía en la calle Madrid casi esquina con la calle Pelayo; les decían los Medios (dos hermanos y una hermana, la Lucía, casada con un hermano de Piñero, el que hay aquí en el ayuntamiento de carpintero). Fueron unos doscientos treinta que quedaron allí y al frente estaba.

Estuvieron unos once años, vuelven en el año 50, aquí le hicieron un homenaje en el ayuntamiento, se le recibió con música y habló en el balcón, lo invitaron a comer a algunas casas para que les contaran la vida en Rusia. Se utilizó mucho en política para decir lo mal que se estaba en Rusia y el salvajismo. Los otros decían: «pues no habrán estado tal mal cuando no los han matado y han vuelto». Un año antes, la Cruz Roja Internacional, o Socorro Internacional, que vinieron a través de ellos, Franco no movió un dedo para repatriarlos. Estuvieron en los batallones de la recuperación y pasaron hambre y muchas penurias. Habían sido voluntarios para ir a matarme a mí, ni siquiera reclutados. Le dieron un buen homenaje y le dieron un puesto de trabajo, el que él quiso, esa era la promesa, tenían que estar mínimo 18 meses en las filas y podían estar en puesto de trabajo según su cualidad física y/o intelectual.

- El hambre y la miseria durante y después de la guerra. En el año 1950 había una cantidad de robos, más bien raterías, porque la gente pasaba mucha hambre, y moría por hambre y congelación, porque no había comida ni ropa. En el último año de guerra, finales del 38 y principios del año 39, la moneda no interesaba porque no podías comprar nada y tenía que ser por intercambio. Nosotros íbamos a por patatas a Torralba y a Bolaños, porque por allí había gran cantidad de huertas. Yo llevé de mi padre un tapabocas y una chaqueta. A mí me hicieron una capa y unos pantalones para no estar en cueros. Las cosas de ajuar de las mujeres ―camisas, etc.― había que cambiarlo por las patatas. Acabada la guerra no había ropas y esto parecía un ejército evadido en el campo, solo había gente vestida, casi todo el mundo, con guerreras militares y pantalones de caqui compradas en el rastro porque era los más baratos que había, que se las traían al rastro y las traían de Madrid. No había abarcas para calzarse la gente. Hacerte de ellas era muy difícil y costaban un barbaridad. El primer abarquero que hubo en el pueblo fue Enrique, en la calle Socuéllamos. Yo compré unas abarcas en Madrid que me costaron catorce duros y ganaba diez duros a la semana, aquello era un tesoro.

Veías a la gente pidiendo por las calles, tapadas con mantas de mula, hinchados (antes de morir se hinchaban). D. Benigno Torres que era nuestro medico de cabecera, hombre de buenos sentimientos, como muchas personas, decía: «si le pudiera recetar unos kilos de harina o de patatas, si está muerto de hambre, a ver si pueden hacerle ustedes algún caldo de zanahoria». La gente no se ayudaba porque no se podía. El invierno aquel, que debió ser 40, 41, 42, hubo una gran nevada, el pueblo estuvo aislado un mes. En ese aislamiento era poca la ración, era 300 gr de pan de maíz. Había categorías pan: de primera, segunda y tercera. El reparto, el que tenía dinero comía pan blanco, pagaba el estraperlo, valía un pan 16 pesetas, pan de a kilo, un sueldo era 6 pesetas, tenía que estar trabajando tres días para comprar un pan. El pan de cebada, que la hacían sin cerner y tenía raspejas, la concha, muy negro y ligoso. En aquella gran nevada que se produjo el pueblo estaba tan suministrado por vía particular como por vía oficial por la cantidad de estraperlistas que salían con las bicicletas a por las sacas de harinas y pan, sobre todo por los pueblos de Cuenca y Villahermosa. De Cuenca se traían harinas, pan y pieles de aceite. Había una banda de estraperlistas, muchos, muchos, y muy bien organizados, a uno de ellos, Ignacio Castellanos (premio éste año de poesía), le quitaron la bicicleta y una piel de aceite . Estuvimos un día entero sin comer hasta que por la noche mi tía pudo recuperar dos morcillas de oveja, que están bastante malas.

Parte 3 de 4: CAÑAS_CS_06_A:

- Continúa el reparto del pan. Cada persona tenía su ración de 300 gramos de pan y si no había hoy, no hay ración, y había colas para el pan y veces que decían que solo había una cochura y a ver a quién le toca. Yo he hecho noche en la panadería hasta otro día que ha amanecido.

- Cuando entraron los Nacionales, los estaban esperando. Salía la gente a esperar a la carretera. Cuando se terminó la guerra, el día 28 de diciembre, «día de las banderas blancas», dio la orden Luis Jiménez (alcalde) que el que quiera poner en su balcón una bandera blanca para que no lo consideren en rebeldía las tropas de Franco... En los paños blancos ponían estampas de virgen o santos, exhibiendo sus ideas. Se constituye ayuntamiento provisional, sin ser oficial, D. Fermín Zancada (padre de Blas Zancada). Invita a todo el vecindario que vendría una tropa de Franco y la gente salió en desbandada y no vinieron, y decían: «vaya, no vienen los fascistas», en el altavoz del Ayuntamiento. Después vino una compañía y detrás una batería de moros con chocolate y muchas cosas para comer (metidos en una culera grande del pantalón, tipo faldriquera). Traían billetes de Franco y monedas de peseta, pero aún no se podía comprar con ellas. Estuvo meses la compañía del tercio, hasta agosto. Había personas buenas y malas en ésta compañía. Toque de queda a las 10 de noche. El que quería visitar un enfermo necesitaba pase o volante del ayuntamiento para salir. En la cafetería Mediterráneo vivía el teniente alcalde, que necesitó pase para viajar a Madrid. Al campo sí se podía salir.

- Durante la guerra se necesitaba salvoconducto para poder salir, normalmente era para el día: «se autoriza a Vicente Jiménez para ir al Duende a por melones». Autorizaba la Junta para Defensa de la República. Al campo sí se podía salir.

- Estancias de menores en reformatorios, por delincuencia juvenil (documento visto en el Ayto.) después de la Guerra. Había más gamberrismo que ahora, sobre todo para buscar cosas de comer. En las casas de campo, estaban trabajando frente en una viña y se metieron por la parte norte, haciendo un agujero de a 25 cm en la pared (la pared tenía 50 cm) para llegar a la alacena y robar el hato. Y estar un hombre arando y llevar las alforjas en el morrión del yugo o en la mediana y dejar un momento la yunta y quitar el ato de las alforjas. Robaban gallinas, melones, serillas de uvas… No era delincuencia para cometer delitos, era para buscar para comer.

- Había muchas chicas jóvenes que se llevaban a los reformatorios. Había muchas facturas pagadas por el Ayuntamiento. También había mujeres casadas, algunas con dos maridos en las cárceles, que se veían obligadas a prostituirse para dar de comer a sus hijos. No lo hacían de manera abierta, lo hacían de forma privada. Antonio, que era camarero y estaba en el Círculo Liberal y se dedicó a hacer muchas denuncias («fulano lo vi de miliciano, etc.»), estaba considerado como un líder de «la causa». Le atribuyó el pueblo una cierta influencia. Comenzó a dedicarse al pillaje (sacaba cosas de comer y regalos), el que no tenía para dar cosas de comer o regalos, como le pasó a una mujer, y quiso acostarse con ella. La señora dio parte a la Guardia Civil: «yo tengo a mi marido en la cárcel, tengo hijos, mi marido está en la cárcel por rojo y a este señor le he dado ropa y poco más, porque no tengo, y ahora sus pretensiones son más altas. Lo que le he dado y le estoy agradecida, es a cambio de favores, como llevar a dos de mis hijos al comedor del Auxilio Social». Según indicaciones de la Guardia Civil, esta Sra. lo citó y lo pillaron in fraganti.

- En los bares y casino se jugaba el dinero, con cantidades importantes, principalmente en el casino.

- En la Fiesta del Árbol, antes de la Guerra, un maestro de escuela socialista lo metieron en la cárcel y, al no poder ejercer como maestro, lo hizo como practicante. D. Joaquín Cuadrado.

Nos juntábamos en el patio del recreo de los Padres y se plantaban árboles en los parques. Después de la guerra, creo que no hubo Fiesta.

- Había clases para analfabetos, de apoyo, ya que antes de la guerra había más analfabetos que en el resto de la provincia por número de habitantes. Con 8 años se los llevaban a sarmentar.

- Al acabarse la guerra, se estableció que un chico que nacía se le habría una cartilla para fomentar el ahorro, pero no tuvo mucho auge.

- En Záncara ha habido siempre una población, una escuela y un guardia municipal. Vivía gente de Pedro Muñoz y de Tomelloso.

- Para solicitar trabajo, guarda rural o cualquiera, tenías que tener carné de la Falange hasta el año 60. La Falange tenia un archivo del comportamiento de todo el pueblo. Clasificaban a las personas como: neutral … aptitud …

- El día de Santiago Apóstol hablan del Día de la Tuberculosis. En Tomelloso no había mucha, pero habían algunos. Muerte infantil si había mucha, por diarrea. Después de la guerra, se moría un chico pequeño y se celebraba una fiestecilla pequeña porque, al ser una persona pura (hasta los siete años)... Iba un coche de caballos con penachos blancos y caja fúnebre blanca.

- Las bodas de desayuno, comida y cena. El maestro Martín Ruíz. Se casó un tío de su madre, Pascual Olmedo, y eran muchos hermanos. Asistí a su boda y la de un hermano, y era tal la gran pobreza... Eran carboneros, se casó con una chaqueta y sombrero prestados, pero sin embargo, desayunaron chocolate con churros, al medio día, cocido, y por la noche, un caldo (pepitoria) y de postre naranjas y para beber «vino que te crio».

Se prestaban las sillas (las marcaban con pintura para diferenciarlas), cubiertos y ajuar los vecinos para asistir la boda.

Los que nacieron durante la guerra se bautizaron después de la guerra, al igual que se celebraron los matrimonios, que habían sido civiles, por la iglesia.

En este pueblo, se ha marcado siempre la diferencia de clases, se tuviera lo que tuviera. «Yo si rondo a una tiene que tener mosquitos», por lo de tener bodega (los mosquitos van al vino). En la época de la República no, por la marcada intención de la igualdad. Pero entre la República y poco antes del 90 sí se miraba la clase social.

Si te casabas por la tarde, te ahorrabas el desayuno y la comida. Solo la cena: carne frita.

Durante la ceremonia no había beso. «La bendición no es nada» (se refiere a que el matrimonio verdaderamente es bendecido después de oír misa, celebrada para los matrimonios recién casados). Próximo a Navidad o Semana Santa, en los años 45, «se cierran las velaciones» (aparece en algunos calendarios). En éste periodo la gente no se podía casar. La velación era la vela encendida que te daban en la misa celebrada para los matrimonios después de casarse.

- Después de la guerra, San Antón era una gran celebración. Se hacían carreras de caballos en la calle Doña Crisanta. Se iniciaban a la altura de la calle Carboneros, dirección a las afueras, 2 km (el recorrido era de tierra). El cura bendecía a los animales, con ello se protegía a la mula y otros animales, como el gorrino que daba de comer todo el invierno. El que no hacía hoguera en su puerta llevaba unos sarmientos para echar en la del vecino.

Hechos curiosos:

- En La República, antes de la guerra, para ensanchar el acceso a la calle Doña Crisanta (desde la plaza) y tener mejores vistas, quitaron un hito situado en la plaza, donde estaba la escuela de idiomas de la Caja de Madrid. También quitaron una pila de la iglesia y quedó al descubierto la hornacina de San Antón (de la iglesia de la Asunción). Uno le ofreció un cigarro al Santo (un poco antes de quemar los santos), haciendo una burla. Se hizo creyente y practicante porque, cuando llegó a su casa, se le había muerto el gorrino.

- Ocurrió otro hecho cuando comenzaron a desalojar los santos de la iglesia para quemarlos. Había un Cristo crucificado y uno le pegó dos tiros en toda la cara. Posteriormente, este señor tenia la escopeta recostada y enredó con los pies, luego le quitó el seguro y salieron los dos disparos, alcanzándole y falleciendo. Alguna gente lo atribuyó como un castigo divino.

Parte 4 de 4: CAÑAS_CS_06_B:

- Fundieron la campana de la iglesia para hacer metralla para la guerra. «Entonces había menos chatarra que ahora». Llevaron dos carros de tierra, hicieron una gavilla de 10-12 m de diámetro y descolgaron la campana, la bajaron con dos tirantes, para fundir. La campana actual se dedicó el cura D. Agustín Moreno (párroco) y a alguien de una hermandad. Fueron recogiendo por las casas dinero para la campana, así se restituyó.

- Lo que había era un Impuesto de Soltería, para el que se sobrepasaba de mozoviejo.

- Existía la Ley de Vagos, la persona que se detectaba como un bribón se insertaba en la ley de vagos y era estrechamente vigilada y finalmente se tenía que ir del pueblo.

- En la enseñanza, aquí siempre ha habido un movimiento, antes y después de la guerra.

- Asociaciones culturales: La Century de Miguel de Cervantes; los Campeadores Hispánicos, cuando hicieron la biblioteca; la rondalla Adira; la orquesta local Rumbo, dirigida por Eloy Migallón (el organista que murió en la Iglesia, diciendo misa, cantando en el coro).

- En 1952 al que era analfabeto le ponían una cartilla.

- El suplemento alimenticio para los niños, sobre todo la leche en polvo, después de la guerra.

- El año 46 fue magnífico de cereales (el llamado año grande). Pero después de la guerra, en el año 45, que fue fatal de cereales ya que se rejacó (pasar el arado por el mismo surco) y no se cogió cosecha , dando lugar a que la población pasara mucha hambre.

Había una gran hambre y el alcalde Abelardo Contento visitó las casas más pudientes para hacer algo porque «la infancia pobre de Tomelloso se nos muere de hambre y ya está bien». Había familias que no podían mantener a sus hijos y los abandonaban o los entregaban; el mismo alcalde se llevó cuatro o cinco chicos a su casa y repartió niños entre casas pudientes. Se mantuvo así hasta que cambió un poco la situación.

Había una escuela taller y una cantina en el colegio del cementerio para los niños pobres y abandonados por sus padres. La señora Orosia vivía en la Calle Cervantes. Harta de pasar hambre, se llevó uno de los niños y abandonó a los otros cuatro y al marido y no regresó, por eso de sálvese el que pueda. Era tal el punto de necesidad que algunas personas deseaban que se murieran por no ver esos padecimientos.

En los años de mayor penuria es cuando más número de nacimientos hubo, en los años 40-41, cuando más necesidad había, debido a que vinieron los hombres del frente. He visto comer cáscaras de naranja y cabezas de sardinas.

Los comedores infantiles de Auxilio Social los mantenía el ayuntamiento y el movimiento provincial, regentado por señoritas afiliadas a la Falange: la Sección Femenina.

- Vinieron los evacuados de todas las edades y todas las clases sociales, sobre todo de Madrid, algunas personas de Andalucía, ya que el frente se acercó a Villanueva de la Serena, Castuera, Pozoblanco, pero el mayor porcentaje fue de Madrid, cuando prepararon un ataque el 7 de noviembre, cuando las batallas del Jarama, que se metieron las fuerzas de Franco por el barrio de Usera, Puerta Bonita, Carabanchel Alto. No tenía Madrid más salida que la Ctra. de Levante y la de Andalucía. Estaba muy castigado por los obuses y la artillería. Aquí venían muchos evacuados, trenes llenos, la gente salía de Madrid y muchos vinieron a Tomelloso. No forzaban a nadie para la acogida de evacuados, pero parece ser que, al acoger, la gente se cubría un poco de las sospechas de que pudieran ser de izquierdas [i.e. derechas]. Socorrieron a algunas personas, tenían cartilla de racionamiento, comían en familia y les daban cama y alojamiento. Cuando se consolidaron los frentes, después de la Guerra (batallas Jarama y Brunete), tras ver que Madrid no se podía tomar, era inconquistable, se rindieron los rojos [i.e. nacionales]. Algunos llegaron hasta después de llegar la guerra. Durante la guerra hubo una orden para que todos los que tuvieran medios se fueran como pudieran y, cuando acabó la guerra, quedaban pocos, pero los evacuados lo tienen que hacer por sus propios medios.

- Querían tirar la plaza de toros vieja y construir una nueva. Entonces el alcalde, Pepe Torres, que parece que no estaba muy interesado: «la plaza de toros no interesa, el que quiera ver los toros que haga lo que yo, que se pille cuando vaya a ver a los cuernos» (lo dijo en el bar de Luis, en Los Portales). Eso sentó muy mal en la opinión pública. El hombre lo que quería era ceder los terrenos al obispado. Este tema ocupó una gran oposición y hubo enfrentamiento.

La plaza de toros fue realizada con la contribución de todo el pueblo. El ayuntamiento daría algo, o la Diputación, pero fueron los braceros o asalariados que tenían que abonar la peonada, 4 o 5 duros, o ir a trabajar un día voluntariamente. También se hizo con donativos de particulares. Los almacenes llevaron sacos de cemento y yeso, albañiles que trabajaban gratis, etc.

- Accidente de la plaza. Dentro del anillo de la plaza, formaron una portátil, se hundieron unas tablas y algunos se descalabraron y se hicieron rozaduras, entre ellos el hijo de Eutimio el Sastre.

Luego formaron otra plaza, el señor Rodríguez Maestre, de Almagro. Una buena plaza, que estuvo un año o dos (sobre el año cincuenta y tantos), situada por la zona de la Feria actual. Cuando la inauguraron ya no vivía Juan Torres. La curiosidad es que, cuando la inauguraron, se fue la luz y no se pudieron decir unas palabras de presentación.

- No estaba bien visto que la mujeres asistieran a los lugares de diversión social, como el casino, y «la que iba al baile era puta». Se celebró un baile de carnaval en el Teatro Principal, o del Pilar, en el pasadizo de Toledo. No hacía mucho que había terminado la guerra. Yo era un mozalbete y lo veía entre las cortinas, llamaba la atención ver bailar a un hombre y una mujer abrazados. En un descuido del portero, se asomó Garrote y dijo «el baile de las decentes, ¡van las tías regular!»; entonces pasaba por allí don Antonio Espinosa (juez provisional) y dijo: «¡a ese llévatelo a la cárcel!» Era un mozalbete, por insultar y hacer referencia delante de la población de ese modo y por decir son putas las mujeres.

- Había cosas rarísimas. Se hacía una mujer novia y el novio pasaba a su casa para preguntar al padre si consentía el intercambio de cartas con su hija. Si quedaba mal con el novio y se habían carteado, ella se quedaba para vestir santos, porque en las cartas se dicen muchas cosas. «No sé cómo no quedábamos todos mal, porque aquello era un asco, porque la mujer tenía que ir virgen de pensamiento y obra, ya que en las cartas se decía información que no debía saber una mujer».

Una mujer no podía visitar a una parida, a no ser que fuera familia, porque no podía presenciar conversaciones de parto, placenta, etc. Se quedaba mal por enterarse que en una reunión la novia había bailado con un primo o cosas así.

Al acabarse la Guerra, bailamos unos pasodobles por las fiestas de San Sebastián, y Odulia, una joven como yo, no quería bailar con nadie, pero sí conmigo porque había una relación familiar y, en mitad de la pieza, se cambió a bailar con otro ajeno porque así se lo indiqué, y por ese motivo le dieron una paliza.

Venían muchas compañías de teatro, como Las Corsarias, donde yo tenía 15 años o 16 y fue la primera vez que vi una pierna de mujer. Existía un tremendo ocultismo sexual, hasta bien acabada la guerra. Con 19 años, me enteré que la mujer tenía un ciclo menstrual, me lo dijo mi hermana. Un sostén no se veía colgado en un alambre o unas bragas. En la habitación de mi hermana, faltando poco para casarse, le dije: «¿que guarrería es esa?, ¿qué te ha pasado?» Yo solo había oído de los mayores algo del mes. Escribí a una editorial ―Editorial Pastor― y compré un libro sobre enfermedades sexuales, la Claripedia, el arte de crear hijos sanos y bellos.

- La Iglesia Católica tenía prohibida la lectura de la Biblia a las gentes porque ningún seglar ha sabido interpretarla. Donde estaba el juzgado, el archivero, que era García Pavón, abrí la Biblia y me dijeron: «no airees mucho la Biblia que no está autorizada al público». Por la connotación, que se entendía sexual, como que «fulana engendró a tal o cual».

- «Antes de la guerra hubo una Iglesia Evangélica por la calle General Macías. Alfonso Ropero, pastor evangélico, puede dar fe, pero hasta bien pasado un tiempo después de la guerra, no vinieron iglesias como la Evangélica, la de Jehová...» El hermano de Eladio Cabañero tenía una iglesia evangélica en la calle Claudio Coello. Durante la guerra había una cerca de la calle Santa Amalia (que era la misma de la calle Claudio Coello, que se trasladó), había como una capilla sin altares, donde se cantaba y se daban charlas. Asistían pocas personas, entre veinte y treinta. En la guerra se permitía porque había libertad de cultos. Aquí lo católico es lo que hizo el daño, así lo vio la gente.

- Estalló la guerra y hay un movimiento y había tres fuerzas contrarias a la República: el clero, el capital y el ejército, por eso fueron esas represalias tan tremendas cuando el movimiento.

Cuando terminó la Guerra, al que regentaba la Iglesia Evangélica lo metieron preso, pero lo pusieron en libertad porque se hizo cargo la embajada británica de Madrid alegando que era un súbdito británico y no lo podían condenar por el hecho de ostentar una religión.

- Antes de la Guerra, el incendio más importante es en la calle de Belén, donde había una tienda de tejidos «los Gordos o los Guapos» (donde actualmente está Lassere, tienda de lámparas y librería).

Otro incendio fue en la cárcel, por prender fuego a unas escobas. Detuvieron a un hombre llamado Bonifa, un pobre que vendía espárragos en el mercado, marginado en cierto modo por la población, lo detuvieron y lo metieron preso. Pidió salir y, si no lo soltaban, amenazó con pegarle fuego a las escobas y lo hizo. Se tuvieron que abrir las ventanas, todo se llenó de humo y se quemaron papeles importantes.

- Las cárceles. Una se habilitó en el Colegio de Monjas. Primeramente fue cuando era Colegio de Monjas, de niños, allí nos daban catequesis y nos daban una entrada para ver cine en la Iglesia de San Francisco, yo tenía 8 o 9 años. Cuando se acabó la guerra, el colegio lo habilitaron como cárcel para presos políticos, luego fue almacén de trigo, luego fue oficina de los arbitrios municipales y posteriormente se estableció el Juvenclub.

También estaba la cárcel del Ayuntamiento, el saloncillo de Pladillos, la fábrica del Gallego (calle Alfonso XII, cerca de la bifurcación), parte del colegio Cervantes, la cárcel de las mujeres, en la ochava de la calle Doña Crisanta con la calle Carlos Morales, y la cueva de los Peinado.

Por nada metían a un hombre en la cárcel. Un ejemplo es cuando Antonio el camarero, que se dedicaba a solicitar favores de las señoras y que se ha mencionado con anterioridad, necesitó un boleto de cinco kilos de sal para necesidades de la fonda y al de la oficina que no quiso hacérselo lo metieron en la cárcel.

Se registró un hecho muy sonado de una mujer que mató a su hija, su marido estaba en la Colectividad.

8.5. Condiciones de adquisición y/o precio

Remitida(s) la(s) casete(s) al Archivo Municipal, probablemente en 1992, tras finalizar los trabajos que dieron lugar al libro "Tomelloso en la frontera del miedo".
Digitalizada(s) por María Dolores Lara Lomas en abril de 2022.
Editado el audio en junio de 2023.

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Cronológicos

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